Cuidado con el miedo

Te quiero ver, pero me da miedo. 

Me avisaste y me repetiste tus mambos, tus vicios y tus problemas. Me prometiste cosas que te podrían llevar una vida entera, obviamente no pusiste fecha de vencimiento, y yo que siempre quiero todo ahora mismo inmediatamente, no sé cómo reaccionar. 

Entonces, hace un rato me preguntaba ¿para qué te quiero ver? Porque me gusta filosofar sobre los mambos, darlos vueltas, retorcerlos y estrujarlos. 

Y sí, te quiero ver para decirte que no te puedo ver. Te quiero hablar para decirte que no te voy a hablar más, que me das miedo y que voy a salir corriendo porque mi instinto me dice que sos peligroso, que ya me estás cambiando cosas, ideas y creencias y que ahora parece que mi zona de confort está en huelga. Y yo me tengo que ir a buscarla, porque ¿mirá si la pierdo? ¿Qué me queda?

Ya no somos chicos y yo no soy una nena a la que le late el corazón y se lo aguanta latiendo dos años disfrutando de una mirada, de algún encuentro, de estar horas pensando qué decir cuando te vea. 

Ahora soy una mujer y estoy herida.Y mi mente sabe que…¿sabe? Mi mente ya no sabe nada, no la puedo dejar al mando de la situación, tira info que se contradice, un pensamiento atrás de otro, que me confunden.

Me quedo en calma. Estoy sentada, tomando mate, escribiendo en la casa de mi amiga. Si ella pasara, no podría notar la ansiedad de cada poro, la excitación constante, latente, la lágrima a punto de salir que no se anima. 

Porque mis ojos quieren sanar y vienen siguiendo un camino, vienen haciendo un proceso de desintoxicación, alejándose de vicios, mambos y problemas ajenos, y en el medio reconociendo los propios, entendiéndolos, sabiendo o aprendiendo a perdonarlos, soltando juicios y reprimendas que antes fluían como el aire hacia mis pulmones, inflándome de inseguridades, de miedos. 

Me di cuenta que soy tan miedosa. Todo me da miedo. Me defiendo contra el miedo porque incluso me da miedo tener miedo. 

Las inseguridades me sostienen y le dan forma a mi cuerpo, son como mi piel, una piel de lenguaje, palabras negativas que me encarnan, que me nutren hacia la inacción, que me frenan con reglas de cuidado y preservación. 

Me cuido, me equilibro, me niego hasta que viene el atracón y quiero ver tanto que avasallo a los que no entienden porque no viven en mi cabeza, están en la suya, viven en el edificio de al lado. Me da miedo avasallarte, me da miedo no haber entendido los sanos códigos de vinculación, que tan bien veo cuando le explico a los demás cómo relacionarse de modo responsable, pero que cuando duele es tanto más difícil saber qué hacer.

Y entonces mi vínculo es con el miedo, mantengo una relación desde hace años, nos conocemos y hasta un poco llegamos a querernos. Si pudiera llevar con mi miedo una vida sexual, sé que no buscaría a nadie más. Tantas veces me he fugado con él, nos casamos en secreto, nos cuidamos, casi que nos abrazamos. 

Cada vez que se intensificaba toda esa ansiedad que me ahogaba y me quemaba por dentro, que me impulsaba a boicotear la relación que fuera, a decir lo incorrecto, a no hacerme entender, a mostrar de más, a mostrar que necesitaba, como necesito aún, vincularme con los demás, conectar, mostrar cómo soy y gustar. 

Comentarios

Entradas populares