Demonios

Hay personas que son profundamente sentimentales.

Personas que se dejan influir por el movimiento de la luna y por el olor de la tierra, incluso en una gran ciudad como esta.

Federico tenía la intensidad de estas personas. No sabía nada de astrología y sin embargo cada instante de su ser parecía moldeado por un poder tan ancestral como la vida misma, allá por ese entonces en que un microorganismo se dividía en dos y daba inicio a todo.

Federico para mí era increible. Se ponía su parka gris y yo caminaba a su lado sin poder creer que estábamos juntos.

Claro que yo siempre fui de esas personas que tienen un enorme mundo mental, capaces de crear ciudades, países, planetas y hasta personas de fantasía, con el poder de su imaginación. 

Así que nunca termino de saber si las personas son como yo las veo, porque a veces pongo tanto de mí que invento personajes de carne y hueso. 

Pero este no es el caso. Federico existió.

Nació una noche de eclipse, varios años después que yo.

Cuando lo conocí, yo quería enamorarme y entablar una relación que se fundamentara en el amor. 

Y eso hice. 

Me acuerdo que un día queríamos hacer una sopa bien de abuela, pero yo me tuve que ir a trabajar y solo llegamos hasta la mitad. Porque hacer una sopa como las de antes lleva tiempo. Y también porque habíamos comprado una gallina que venía congelada (porque ahora casi nadie compra ni vende gallinas).

Un poco creo que lo que nos pasó fue análogo y que en muchas cosas sólo llegamos hasta la mitad.

La vida moderna no está hecha para seres tan mitológicos, o algo de eso hay.

Y cuando uno no tiene adónde escapar, se escapa hacia adentro.

Pero el centro mismo de la tierra está lleno de lava. Y Federico cuando quiso escapar hacia adentro se encontró con sus volcanes, que todo lo fundían.

Empezó a buscar entonces fusionarse conmigo, creo que porque tenía miedo de perderme.

Pero cuando intentaba sostenerme con sus palabras ardientes, se daba cuenta que me quemaba.

Y no había forma de explicarle que por más que los volcanes intenten atrapar el aire, siempre caen en la tierra, perdiendo su libertad.

Federico se fue al principio de mi embarazo, sintiendo que había perdido todo. Terminó de irse hacia adentro, sólo con sus emociones que lo quemaban y lo lastimaban cada vez más.

Y yo me quedé. Imaginando o sintiendo que él se iba llorando y sufriendo.

Aunque en realidad, debo admitir, que no sé que no sé qué pasó.

Algo me dice que fue consumido por sus demonios. Pero yo no dejé que me atrapen. Seguí respirando y lo dejé ir. 

Tal vez porque tenía miedo. 

Tal vez porque tenía vida. 

O capaz porque no tuve opción.




Comentarios

Entradas populares